Una asociación musulmana de Córdoba ha solicitado permiso para orar en la Mezquita. Dónde vamos a parar, señores, ¿pero cómo se va a tolerar eso?
Pues su solicitud se limitaba a pedir, amablemente, el poder compartir la más monumental de las mezquitas del mundo (mequita, sí) con el culto cristiano que se viene celebrando desde hace cientos de años en la catedral que se construyó en su interior. Nada más. Compartir, de buen rollo.
Precisamente en estos momentos en los que el diálogo entre culturas es tan necesario, su más que razonable petición ha sido denegada. Alegan en el Vaticano que hay más sitios donde orar a Alá. Lo cual no deja de ser cierto (para rezar sólo se necesitan ganas, no un edificio patrimonio histórico de la humanidad), pero a eso es a lo que en la futbolera España se conoce como "despejar balones", no viene al caso.
El portavoz de la asociación decía que ellos sólo querían que los guardias de seguridad no los echaran por arrodillarse frente al Mihrab, y que no comprendían qué había de malo en compartir un recinto sagrado para rezarle de formas distintas a un mismo dios. Qué gesto más fácil para demostrar que las religiones y las culturas, por distintas que sean, no tienen por qué llevarse a matar. Los fundamentalismos son eso, fundamentalismos y punto, se disfracen de lo que se disfracen. A los dinosaurios que aún sigan confundiendo islamismo con fundamentalismo, me gustaría recordarles que el IRA es fundamentalismo católico.
Es por cosas como esta por las que hace tantos años que dejé de sentirme católico. Los mismos años que hace que me siento cristiano y punto, que no es lo mismo. Hala, que a gusto me he quedado.
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